Mtra. Flor Trejo Rivera


Subdirección de Arqueología Subacuática INAH, Investigadora

 

La participación que tuve en ésta Tercera Convención Mexicana de Hidrografía, fue para hablar de la investigación geofísica aplicada a la arqueología subacuática, en particular comenté el caso de la investigación del Navío Nuestra Señora de Jucal, que naufragó en la sonda de Campeche en 1631. También expuse otros casos, como el naufragio que se remonta al siglo XVIII y un posible pecio en la bahía de Zihuatanejo de un barco inglés.

 

El último viaje del navío Nuestra Señora del Juncal:

investigación de un naufragio del siglo XVII en el Golfo de México.

 

La víspera de Todos Santos por la mañana fue abajo el piloto menor y dijo "pongámonos bien con Dios que ya no tenemos remedio". Luego desmayaron todos y el agua en menos de dos horas subio una vara sobre los baos. Todos trataron de ponerse bien con Dios confesándose con tres confesores que llevaba la nao dando gritos. Y aunque les decía el almirante que sacasen agua que el piloto decía que estaban cerca de tierra y los consolaba, no bastaba… (Relación verdadera de lo que sucedió en la capitana del general Echazarreta, 1632).

 

 

Estas son las palabras de un religioso que dejaron para la posteridad los últimos momentos del navío Nuestra Señora del Juncal, cuando anegado, abierto de proa y lastimado de los costados sucumbió ante el viento y las enormes olas que lo sepultaron la noche del 1 de noviembre de 1631 en algún lugar de la Sonda de Campeche.

 

El estudio de accidentes navales históricos en aguas mexicanas es una ventana a nuestro pasado marítimo. Una larga historia tejida con las hazañas de los marineros en un continuo aprendizaje en el mar a fin de lograr llegar al puerto de destino. Investigar naufragios desde la arqueología subacuática permite reconocer tecnología de construcción naval, conocimientos náuticos de las sociedades que navegaban a vela y abundar en el intercambio comercial y cultural entre varios continentes que se llevaba a cabo gracias a los barcos. Desde 1996 la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH realiza una investigación sobre el accidente de la Flota de la Nueva España de 1631 en su tornaviaje a la península Ibérica.

 

El 14 de octubre de 1631 zarpó del puerto de San Juan de Ulúa, un convoy de 13 embarcaciones al mando del Almirante Manuel Serrano de Rivera. La flota que debía haber regresado en los meses de mayo o junio, sufrió un retraso en su partida debido al acecho de piratas holandeses en las cercanías de la costa occidental de Cuba y a la muerte repentina del Capitán General Miguel de Echazarreta en el puerto de Veracruz, justo antes de su partida. A pesar del riesgo de salir en época de nortes, la urgencia por parte de la corona española para recibir los metales preciosos y las mercancías americanas, impulsó al almirante Serrano a atravesar el golfo mexicano. A los pocos días de navegación un fuerte norte dispersó el convoy. Solamente los dos navíos insignia, el Santa Teresa, capitana de la flota, y el Nuestra Señora del Juncal, almiranta, continuaron su trayectoria hacia La Habana.

 

A los 13 días de navegación del Juncal, a pesar de que habían alijado mercancía y cañones y no dejaban de achicar agua, tuvieron que cortar el mástil mayor para quitarle peso a la embarcación. Sin embargo, el agua en las bodegas no cedía y el continuo golpe de las olas sobre el casco lo dañaba cada vez más. El 31 de octubre subió tanto el agua que resultaba imposible mantener el barco a flote. El desánimo y la desesperación comenzó a apoderarse de la tripulación y aunque uno de los pilotos decía que se encontraban cerca de tierra y el almirante ordenaba que se siguiera achicando el agua, la tripulación y los aterrados pasajeros comprendieron que se acercaba su fin. Ante la cercanía de la muerte algunos marineros hicieron cruces de palitos, otros decían a gritos sus pecados pidiendo confesión mientras que los nobles se encerraron en su camarote para preparse para el buen morir. En la noche del 1 de noviembre, la embarcación se abrió por la proa, dio un bandazo y el agua comenzó a entrar por las portañolas. En lo que duran tres credos, Nuestra Señora del Juncal se fue a pique en la Sonda de Campeche, después de dieciocho días de lucha constante contra el viento, las enormes olas y su destino fatal.

 

Treinta y nueve sobrevivientes lograron salvarse en el batel del Juncal, los cuales fueron rescatados al otro día por una embarcación auxiliar -un patache- y llevados al puerto de Campeche. Gracias a los testimonios de los náufragos que se salvaron sabemos con detalle el accidentado viaje de la Flota de la Nueva España de 1631 y la tragedia del navío Nuestra Señora del Juncal.

 

El estudio de este accidente naval ha significado un gran reto para la arqueología subacuática mexicana. Como ya se mencionó, desde 1996 se inició un proyecto de investigación de esta flota. El objetivo principal del proyecto es analizar los procesos de navegación trasatlántica relacionados con los accidentes marítimos ocurridos durante el periodo virreinal, tomando como caso ejemplar la investigación de la Flota de la Nueva España de 1630 -1631, así como integrar el Inventario y Diagnóstico de Recursos Culturales Sumergidos en el Golfo de México.

 

A lo largo de 20 años este proyecto ha generado resultados importantes en el tema de la navegación trasatlántica del primer tercio del siglo XVII. El estudio de un naufragio en particular nos ha permitido identificar los conocimientos náuticos del periodo, abundar sobre la construcción naval de los galeones de la Carrera de Indias, estudiar la importancia de los productos novohispanos en el intercambio comercial, así como el diseño de una metodología particular para la localización de naufragios históricos.

 

Localizar los restos de un navío de madera accidentado hace 385 años requiere un trabajo interdisciplinario entre la arqueología subacuática, la historia, la geografía, la oceanografía y la geofísica. Hasta la fecha se ha realizado una importante investigación histórica en acervos de México, España, Cuba, Guatemala, Colombia y Gran Bretaña, con el objetivo de obtener información que nos permita reconstruir la ruta del convoy, identificar los barcos que componían la flota, su tipología y lugar de construcción, tipo de artillería, los motivos del accidente, las maniobras realizadas para salvar la nave, la tripulación y pasajeros a bordo, los productos que transportaba el convoy e identificar el área geográfica del accidente.

 

Por otro lado, para poder determinar el área de búsqueda donde posiblemente se encuentren los restos del Juncal, se diseñó con investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM un modelo matemático de corrientes para poder ubicar la ruta que siguió el convoy y el área donde se hundió el Juncal. El área de búsqueda se estableció dentro de un superficie de 1,157 km2.

 

Para el diseño de las campañas de mar y la prospección geofísica los bloques de rastreo se delinean en función de los datos de profundidad, de la dirección de las corrientes y de las zonas con mayor posibilidad de contener los restos del accidente de acuerdo a la investigación histórica y al modelo matemático de corrientes.

 

En el año 2012 se realizó una campaña de mar con duración de 45 días y trabajo de prospección geofísica de 24 horas continuas. Para ello se empleó un sonar digital de barrido lateral EdgeTech 4200 FS y un magetómetro de cesio Geometrics G882. En total, del área de búsqueda se logró cubrir 385.50 km2 dividida en cuatro bloques de rastreo. Como resultado se obtuvieron 4,568 blancos de sonar y 1,157 anomalías magnéticas. Del análisis de las mismas se identificaron como prioritarios 38 blancos de sonar y 83 anomalías magnéticas. Las imágenes de sonar de mayor interés son posibles montículos de lastre y es posible que en este año se realice una campaña de mar para verificar tanto los blancos de sonar como las anomalías magnéticas más prometedoras.

 

Como puede apreciarse en este breve artículo, la investigación de naufragios históricos es una tarea que nos permite reconocer por un lado nuestro pasado marítimo y también incursionar en las nuevas tecnologías aplicadas a la arqueología subacuática.